Fueron muchas noches seguidas de soñar lo mismo, y casi de una manera muy insistente, porque en una misma noche fantaseaba con las mismas imágenes repetidas veces.
Fueron tantas que perdí la cuenta; lo único que recuerdo con seguridad es aquel que se aparecía frente a mí y sin decir nada decía todo.
Fueron sueños que estando despierta tenía, y que, dormida volvía a tener.
Me afloraba amor por todos los poros, timidez, alegría, plenitud, y hasta podría jurar que también me generaban cierta violencia; violencia que de alguna u otra manera disfrutaba bastante.
Lo vi pasar frente a mis ojos varias veces, y todas ellas tenían una respuesta buena, rara pero buena.
Me devolvía la mirada cada vez que lo miraba, y de vez en cuando me sonreía, aún ignorando la causa de la propia sonrisa.
Era lindo y aterrador. Sus ojos oscuros miraban a todos lados, pero cuando se detenían en los míos juro que parecían hablar demasiado con esa simple mirada... y sin decir nada podía entender las mil cosas que expresaban.
Lo cierto es que esas miradas no significan nada en esos ojos, sino en los míos.
Iba de un lado a otro, concentrado en lo que lo ocupaba, y cuando lo miraba me respondía tiernamente. Así duró un tiempo ese juego de idas y vueltas de miradas propias y ajenas.
Estaba yo mirando por la ventana, como si estuviera perdida, sin pensar en nada, dejándome llevar por la vista de toda la ciudad iluminada en una noche estrellada. Apareció. Se tensionaron todos mis músculos cuando escuché su voz... ESA VOZ... esa voz que podría reconocer siempre.
Lo miré, me miró, nos miramos. Hablamos. Era todo raro, confuso, algo peligroso, pero no podía dejar de lado ese momento.
Detrás de la puerta se escuchaban las voces de los que todavía estaban trabajando en sus tareas, y mi miedo a ser descubierta en medio de la oscuridad crecía más.
Me paralizó el terror, pero al mismo tiempo adoraba sentir ese terror. Sabía que podía ser riesgoso, pero era tan lindo correr el riesgo...
Me abrazó, y no fue un abrazo común. Tenía gusto a "te necesito".
El corazón se me aceleró, por el miedo, por la adrenalina, por el simple hecho de que me necesitara...
Lo abracé y no sé en qué momento nos besamos, pero así fue.
Otro momento glorioso a la luz de los cientos de edificios iluminados. Me sentí segura y contenida, pero no podía ignorar las voces de los que estaban alrededor. Nos iban a descubrir. Sabían que estábamos ausentes, pero no venían por nosotros. Había un dejo de complicidad en el aire.
Me miró por última vez y se alejó, continuando con su tarea, y simulando haber ido a buscar algo donde yo estaba.
Volví a mirar por la ventana y actué una suerte de diálogo telefónico cuando sentí los pasos de alguien que se acercaban.
-¡Iara, te estábamos buscando! Tu paciente ya llegó. Andá a lavarte las manos-
Nadie se percató de que no estábamos, o tal vez sí y no vinieron por mí hasta finalizada "mi tarea", que al fin y al cabo no era ni fue mi tarea.
Ahí fue cuando desperté. Un poco sonriente, un poco avergonzada, un poco furiosa.
Son esos sueños que se repiten durante noches seguidas, que pintan tu interior de cuerpo entero sin dejar lugar a dudas sobre lo que sentís por dentro. Son esos sueños lindos pero letales que reproducen tu fantasía y te hacen renunciar a ella en el mismo instante en el que abrís los ojos. Son jugarretas de la mente, cosas perdidas que creemos ignorar y todas las noches dicen "presente".
No hay comentarios:
Publicar un comentario