Te escribo aunque no leas, te hablo aunque no escuches, aunque no lo veas... aunque no lo sientas.
A vos, a aquel, al de más allá, a ese que fue, al que no fue, al que va a venir.
Cada tanto te recuerdo, recorriendo las memorias te veo ahí. Te escucho, te veo llegar e irte muchas veces. A veces te construyo de malos momentos, y a veces sólo quiero quedarme con lo bueno.
Cierro los ojos y vuelvo a esos tiempos, a las corridas, a las horas de paisajes, a las canciones y me pasa que extraño hasta esa tristeza que sentía, aunque no es extrañarla precisamente...
Es recorrer las calles, respirar ese aire tibio y sentir el sol del verano que me pegaba en la espalda. Vivía adormecida por tantas sensaciones que hoy me pongo a pensar y me sorprendo. El tiempo pasó, pero me acuerdo tantas cosas que parece ayer cuando te decía que nos íbamos a volver a ver.
No sé cómo fue que pasaron las demás situaciones, pero que hicieron que se borrara de a poco, y, a la vez con rapidez todo lo que una vez construí.
Te reconocería entre miles, y a la vez no sabría con certeza qué te hizo tan distinto, y tan irreconocible. Tuve que perder la vista en otro paisaje, hundirme en otra tierra y ver si podía nacer de nuevo.
Quedaste en mí como una cicatriz que aunque no duele me recuerda que alguna vez pudiste haber sido, pero no.
Ya no voy a cuestionar lo que fue, ya no voy a indagar el por qué ni el final... pero dejaste cierto vacío. El hielo que me pobló después hoy es dueño de un invierno ajeno, tan ajeno que es mío también.
Me haces detenerme en la última vez que te vi, aquella en la que ya no querías volver a verme, y la misma en la que esperé volver a verte. Te diste media vuelta, y te alejaste. Te escondiste entre la gente y no volví a saber más nada; nunca sospeché que era la última vez que nos íbamos a encontrar.
Atravecé mil cosas para alcanzarte, me desvelé noches enteras para buscarte, pero tan rápido como pudiste te borraste. No importa dónde quedó lo que hice, lo que insistí. Tampoco importa...
Estaba atrapada en una caída libre sin posibilidad de nada, sólo de esperar el golpe contra el suelo. Fui a contratiempo, en definitiva, a darme la cabeza contra una pared.
¿Cómo pudiste dormir tranquilo? No creo que carezcas de humanidad. ¿Cómo pudiste seguir con la conciencia limpia después de destrozar el mundo de alguien más, mundo que ayudaste a contruir? Es cierto que dicen que quien inventa a las bestias debe poder derrotarlas luego. Pero no era una bestia, era una mezcla de mis sueños con tus mentiras.
A vos, sí, a vos, al que pudo ser, al que no dudó en desaparecer... buena suerte y hasta siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario