¡Muy florido y alegre!
Tenía los ojos brillantes la última vez que la vi... caminaba pausadamente en un día vanamente soleado.
Su voz se entrecortaba, pero no se detenía al hablar.
Parecía estar más blanca que de costumbre, más lenta y apresurada a la vez, más confundida y decidida... ¡vaya ironía!
Sonreía, siempre sonreía. Nunca nadie vio desdibujada esa sonrisa.
Mientras se muestre frente a los demás será una mujer alegre, feliz, plena; puertas adentro nunca nadie se atrevió a cuestionar dicho estado.
Esas flores no son alegres, y no son flores... sus ojos brillaban y no por su resplandor, sino de llanto. Su paso apresurado era para escapar un rato del calvario, y la sonrisa para ocultar su pesar.
¿Nadie pudo darse cuenta?
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