
Atrapada en un reloj de arena, sigo esperando el momento, el mismo instante en el que pueda reencontrarme otra vez con lo que más quiero.
Han pasado infinidad de días, de vidas, de horas. Todavía no ha llegado el momento; no creo que llegue pronto.
Mientras todos tienen con quien estar, yo sigo aquí esperando a alguien que no va a llegar.
¿Cuánto más debo esperar?
La vida sigue su curso habitual, pero le falta algo que la haga menos dura.
Aunque no pareces apurado por verme, sé que también estás ansioso; pero no puedo adelantar la hora para acallar mis ruegos.
Es triste, pero real.
Y mientras los demás disfrutan de esa compañía que han deseado todo el tiempo, yo estoy perdiendo el control.
Caigo una y otra vez en llanto.
Miro el reloj, intentando, con la mirada, adelantar el tiempo y lograr que ocurra un milagro.
Estoy en la habitación, en compañía de ese reloj.
No hay nada que pueda hacer: no estás ni estarás…
Sé que nunca vas a venir, pero sigo esperando como lo hice desde el principio.
Lo más triste de todo esto es que sabes que quiero verte, pero que si no me dejas, me es imposible.
¿Cómo puedo hacerte entender que te necesito?
Necesito escuchar tu voz otra vez, sentirte cerca, poder verte. Extrañando cada mirada, cada palabra, cada minuto a tu lado.
La distancia ganó triunfal sobre esta tierra, en la que no hay lugar para mi amor.
¿Cuándo volveré a verte?
Nunca serás mío, pero al menos, quiero estar cerca de ti.
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